Pero vayamos un poco más allá. La presente entrevista se produjo el sábado 19 de enero, durante el viaje de ida a Alicante, en el autobús oficial del Valencia Féminas. A nuestro regreso habríamos experimentado el cansancio de una jornada ―la que comenzaba la segunda vuelta― muy larga y fría. Lluviosa, ventosa y desastrosa, pues los dos equipos desplazados (el A y el B del Valencia CFF F8) cayeron derrotados. Estos resultados, en sí mismos, no desvirtúan ni un ápice cuanto aquí se refleja. Más bien al contrario, conseguirán servir de palanca para la mejora. Tomemos asiento:
―Acabamos de terminar la primera vuelta de la liga. Aparte de los resultados, ¿qué balance has extraído?
―La mejora de las jugadoras, que han progresado en muchos aspectos en los que quería que avanzasen, sobre todo en el juego colectivo. E individualmente, en muchos puntos técnicos han mejorado bastante.
―¿Los resultados son engañosos, o delicados, o realmente el equipo ha marcado la diferencia?
―Hemos sufrido en algunos partidos, pero se han sacado adelante. No hemos perdido ningún encuentro, y hoy seguimos primeros, desde la primera jornada.
―Para la segunda vuelta, ¿se va a continuar sobre la misma línea de entrenamiento, juego y dirección o ya estáis pensando en ajustes?
―Vamos a seguir más o menos la misma línea; pero queremos mejorar, sobre todo, las acciones a balón parado. También queremos que incidan en el juego colectivo: que no jueguen tanto de forma individual, que aprendan a jugar más como un equipo, y que no sean egoístas en el campo: que sean compañeras.
―¿Existe algún secreto para explicar los resultados cosechados?
―Creo que no. Pienso que la forma de jugar es la correcta. Ellas luchan cada partido y van hacia adelante.
―¿El equipo ha funcionado bien porque ha habido cohesión y entendimiento?
―La mejora de las jugadoras, que han progresado en muchos aspectos en los que quería que avanzasen, sobre todo en el juego colectivo. E individualmente, en muchos puntos técnicos han mejorado bastante.
―¿Los resultados son engañosos, o delicados, o realmente el equipo ha marcado la diferencia?
―Hemos sufrido en algunos partidos, pero se han sacado adelante. No hemos perdido ningún encuentro, y hoy seguimos primeros, desde la primera jornada.
―Para la segunda vuelta, ¿se va a continuar sobre la misma línea de entrenamiento, juego y dirección o ya estáis pensando en ajustes?
―Vamos a seguir más o menos la misma línea; pero queremos mejorar, sobre todo, las acciones a balón parado. También queremos que incidan en el juego colectivo: que no jueguen tanto de forma individual, que aprendan a jugar más como un equipo, y que no sean egoístas en el campo: que sean compañeras.
―¿Existe algún secreto para explicar los resultados cosechados?
―Creo que no. Pienso que la forma de jugar es la correcta. Ellas luchan cada partido y van hacia adelante.
―¿El equipo ha funcionado bien porque ha habido cohesión y entendimiento?
―Sí. Al principio lo veía un poco más negro: llegaba nuevo, era la primera vez que entrenaba un grupo de chicas, no sabía cómo compactar un equipo femenino… Y la verdad es que no me ha resultado difícil. Estoy contento y sí que juegan en grupo. Hay cohesión de equipo. Y entre ellas se llevan muy bien. No hay ningún tipo de disputas.
―¿Puede haber influido que el nivel entre las jugadoras sea suficientemente parejo?
―Hombre, claro, siempre que hay un nivel más o menos equilibrado el equipo siempre va a más. Si hay muchas diferencias entre unas jugadoras y otras, hay que estar más pendientes de la jugadora que no rinde tanto, para que mejore, y aunque no te olvides de la otra, incides más en la que tiene que mejorar. Entonces, no puedes trabajar los mismos ejercicios ni las cosas que quieres para que vayan aprendiendo a jugar de forma global, en grupo.
―¿También la ambición de todas es pareja?
―No lo sé. No te puedo decir a ciencia cierta que sí, porque hay jugadoras que se lo toman un poco más en serio, las hay que tienen más objetivos, o que juegan más para divertirse… De modo que no creo que la ambición sea similar.
―Este año es la primera tempora que se juega al Fútbol 8, y esta pregunta es obligada. ¿Qué prefieres Fútbol 7 o Fútbol 8, y cuáles son las principales diferencias?
―Prefiero Fútbol 8 por el sistema táctico¹: porque se puede acoplar mucho mejor a la hora de la transición al Fútbol 11, porque puedes trabajar muchos más aspectos tácticos, y porque las niñas pueden aprender más que en el Fútbol 7. No hay tanta diferencia del Fútbol 8 al Fútbol 11. Simplemente, tres jugadoras más…
―¿Con qué grupos se suele trabajar mejor, con chicos o con chicas?
―Es una pregunta difícil, porque he trabajado toda la vida con chicos. Es diferente, la psicología de una chica y la de un chico no es la misma. Las chicas asimilan los conceptos con mayor rapidez, pero les cuesta más ponerlos en práctica. Y a los chicos les sucede lo contrario, tardan más tiempo en asimilarlos, pero en seguida los aplican.
―Si tuviéramos que aceptar la expresión: «En el fútbol, las chicas tienen algo que envidiar a los chicos», ¿qué sería ese algo?
―La fama que le dan al fútbol masculino, simplemente. Es la primera vez que entreno y veo fútbol femenino y tampoco hay muchas diferencias. Si tuvieran que sentir envidia, es por el caso que se le presta al fútbol masculino sobre el femenino: ellas no reciben tanta atención. En resumen, las diferencias estriban en un menor grado de atención y recursos.
―Hace algo más de un mes entrevistamos a Chata y le pedimos que se centrase en lo bueno de cada una de las jugadoras. A ti no te vamos a pedir lo mismo, porque somos conscientes de que, a parte de saber cuáles son nuestras virtudes, debemos trabajar, pulir y hacer pequeñas correcciones para seguir avanzando. Tampoco creemos que la crítica constructiva, educada y asertiva sea nociva. Bien, aclarado que pretendemos que se desarrollen de la forma más positiva posible, como grupo, ¿dónde crees que deben esforzarse más?
―En la lucha en cada partido. Hay muchos encuentros en que salen dormidas, y ése es un aspecto que tratamos de corregir todos los partidos y, por supuesto, todos los entrenamientos. Cuando se ponen a jugar al fútbol lo hacen muy bien, pero les cuesta enganchar el ritmo de partido. Me gustaría que nada más empezar cada enfrentamiento estuvieran centradas… y eso es algo que estamos intentando corregir.
―En particular, y desde tu punto de vista, ¿qué necesitaría cada una de ellas para ser una jugadora más completa? ¿Lucía, por ejemplo?
―Esto es complicado… Eso es complicado… ¡Uf!, ¡qué palo! ―contesta Fran, consciente de que, en el autobús, con los padres y las niñas delante, la situación puede ser comprometida.
―No, no te preocupes. Lo necesitan para mejorar ―En este momento estoy pensando en La última lección de Randy Paush, en lo que cuenta sobre su entrenador de fútbol, de cuánto le enseñó que éste le exigiera². Al final, parece que Fran me ha leído el pensamiento y se decide a contestar.
―Bien. Lucía: más mando, ejercer más dirección de equipo. Más mandar desde atrás y estar más segura de ella misma.
―¿María?
―Ponerle un poco más de ganas.
―¿Laura?
―Laura necesita un poco más de intensidad, como María. Hay muchos partidos en que desaparece, pero cuando está enchufada es una gran jugadora. Sobre todo, le falta intensidad en algunas fases de partido.
―¿Sara?
―Sacar un poco mejor el balón jugado y no ponerse nerviosa a la hora de hacerlo.
―¿Isabel?
―A Isabel le sucede más o menos lo mismo que a Laura, y que se lo crea un poco más. A veces no se lo cree y entonces parece que no le gusta jugar al fútbol.
―¿Pilar?
―Pilar debe soltar el balón un poco más, mejorar los cambios de orientación. Y creo que poco más.
―¿Carlota?
―Carlota debe levantar la cabeza, algo que le estamos corrigiendo. También debe mejorar la técnica de carrera y soltar un poco más el balón, que le gusta mucho. Está mejorando poco a poco y estoy muy contento de sus progresos.
―¿Lorena?
―¿Lorena? Ir más al corte, también sacar mejor el balón jugado… No debe ponerse nerviosa, coger el balón y en seguida mandar un balonazo arriba, sino controlar el partido y jugar con las compañeras.
―¿Eva?
―Mejorar un poco de cabeza y… creo que ya está.
―¿Sandra?
―A Sandra le pasa como a otras: le falta intensidad, pero, cuando se conecta, es una fuera de serie.
―¿Olivia?
―Olivia podría encarar un poco más a portería. Perder ese miedo y, cuando va por la banda, encarar y no tener miedo al disparo.
―¿Alejandra?
―A Alejandra le sucede más o menos lo mismo que a Olivia, porque juegan más o menos en la misma posición: no tener miedo a regatear. Muchas veces tiene miedo a hacerlo, a irse por la banda en velocidad. También debe mejorar su fuerza explosiva.
―¿Y Leire?
―Leire necesita jugar mejor con el balón en los pies. Porque se pone muy nerviosa y en seguida se aturulla. Lo que debe hacer es tranquilizarse (que esto es fútbol) y aprender a sacar el balón jugado con los pies. Por lo demás, bien.
―¿Puede haber influido que el nivel entre las jugadoras sea suficientemente parejo?
―Hombre, claro, siempre que hay un nivel más o menos equilibrado el equipo siempre va a más. Si hay muchas diferencias entre unas jugadoras y otras, hay que estar más pendientes de la jugadora que no rinde tanto, para que mejore, y aunque no te olvides de la otra, incides más en la que tiene que mejorar. Entonces, no puedes trabajar los mismos ejercicios ni las cosas que quieres para que vayan aprendiendo a jugar de forma global, en grupo.
―¿También la ambición de todas es pareja?
―No lo sé. No te puedo decir a ciencia cierta que sí, porque hay jugadoras que se lo toman un poco más en serio, las hay que tienen más objetivos, o que juegan más para divertirse… De modo que no creo que la ambición sea similar.
―Este año es la primera tempora que se juega al Fútbol 8, y esta pregunta es obligada. ¿Qué prefieres Fútbol 7 o Fútbol 8, y cuáles son las principales diferencias?
―Prefiero Fútbol 8 por el sistema táctico¹: porque se puede acoplar mucho mejor a la hora de la transición al Fútbol 11, porque puedes trabajar muchos más aspectos tácticos, y porque las niñas pueden aprender más que en el Fútbol 7. No hay tanta diferencia del Fútbol 8 al Fútbol 11. Simplemente, tres jugadoras más…
―¿Con qué grupos se suele trabajar mejor, con chicos o con chicas?
―Es una pregunta difícil, porque he trabajado toda la vida con chicos. Es diferente, la psicología de una chica y la de un chico no es la misma. Las chicas asimilan los conceptos con mayor rapidez, pero les cuesta más ponerlos en práctica. Y a los chicos les sucede lo contrario, tardan más tiempo en asimilarlos, pero en seguida los aplican.
―Si tuviéramos que aceptar la expresión: «En el fútbol, las chicas tienen algo que envidiar a los chicos», ¿qué sería ese algo?
―La fama que le dan al fútbol masculino, simplemente. Es la primera vez que entreno y veo fútbol femenino y tampoco hay muchas diferencias. Si tuvieran que sentir envidia, es por el caso que se le presta al fútbol masculino sobre el femenino: ellas no reciben tanta atención. En resumen, las diferencias estriban en un menor grado de atención y recursos.
―Hace algo más de un mes entrevistamos a Chata y le pedimos que se centrase en lo bueno de cada una de las jugadoras. A ti no te vamos a pedir lo mismo, porque somos conscientes de que, a parte de saber cuáles son nuestras virtudes, debemos trabajar, pulir y hacer pequeñas correcciones para seguir avanzando. Tampoco creemos que la crítica constructiva, educada y asertiva sea nociva. Bien, aclarado que pretendemos que se desarrollen de la forma más positiva posible, como grupo, ¿dónde crees que deben esforzarse más?
―En la lucha en cada partido. Hay muchos encuentros en que salen dormidas, y ése es un aspecto que tratamos de corregir todos los partidos y, por supuesto, todos los entrenamientos. Cuando se ponen a jugar al fútbol lo hacen muy bien, pero les cuesta enganchar el ritmo de partido. Me gustaría que nada más empezar cada enfrentamiento estuvieran centradas… y eso es algo que estamos intentando corregir.
―En particular, y desde tu punto de vista, ¿qué necesitaría cada una de ellas para ser una jugadora más completa? ¿Lucía, por ejemplo?
―Esto es complicado… Eso es complicado… ¡Uf!, ¡qué palo! ―contesta Fran, consciente de que, en el autobús, con los padres y las niñas delante, la situación puede ser comprometida.
―No, no te preocupes. Lo necesitan para mejorar ―En este momento estoy pensando en La última lección de Randy Paush, en lo que cuenta sobre su entrenador de fútbol, de cuánto le enseñó que éste le exigiera². Al final, parece que Fran me ha leído el pensamiento y se decide a contestar.
―Bien. Lucía: más mando, ejercer más dirección de equipo. Más mandar desde atrás y estar más segura de ella misma.
―¿María?
―Ponerle un poco más de ganas.
―¿Laura?
―Laura necesita un poco más de intensidad, como María. Hay muchos partidos en que desaparece, pero cuando está enchufada es una gran jugadora. Sobre todo, le falta intensidad en algunas fases de partido.
―¿Sara?
―Sacar un poco mejor el balón jugado y no ponerse nerviosa a la hora de hacerlo.
―¿Isabel?
―A Isabel le sucede más o menos lo mismo que a Laura, y que se lo crea un poco más. A veces no se lo cree y entonces parece que no le gusta jugar al fútbol.
―¿Pilar?
―Pilar debe soltar el balón un poco más, mejorar los cambios de orientación. Y creo que poco más.
―¿Carlota?
―Carlota debe levantar la cabeza, algo que le estamos corrigiendo. También debe mejorar la técnica de carrera y soltar un poco más el balón, que le gusta mucho. Está mejorando poco a poco y estoy muy contento de sus progresos.
―¿Lorena?
―¿Lorena? Ir más al corte, también sacar mejor el balón jugado… No debe ponerse nerviosa, coger el balón y en seguida mandar un balonazo arriba, sino controlar el partido y jugar con las compañeras.
―¿Eva?
―Mejorar un poco de cabeza y… creo que ya está.
―¿Sandra?
―A Sandra le pasa como a otras: le falta intensidad, pero, cuando se conecta, es una fuera de serie.
―¿Olivia?
―Olivia podría encarar un poco más a portería. Perder ese miedo y, cuando va por la banda, encarar y no tener miedo al disparo.
―¿Alejandra?
―A Alejandra le sucede más o menos lo mismo que a Olivia, porque juegan más o menos en la misma posición: no tener miedo a regatear. Muchas veces tiene miedo a hacerlo, a irse por la banda en velocidad. También debe mejorar su fuerza explosiva.
―¿Y Leire?
―Leire necesita jugar mejor con el balón en los pies. Porque se pone muy nerviosa y en seguida se aturulla. Lo que debe hacer es tranquilizarse (que esto es fútbol) y aprender a sacar el balón jugado con los pies. Por lo demás, bien.
―Según los manuales, un buen entrenador debe saber explicar, demostrar, mandar y corregir. Siempre de forma asertiva, claro. ¿Cómo te ves tú en esas cuatro facetas?
―Hombre, yo mismo no me puedo valorar; pero las cosas están funcionando y con eso se puede decir que están saliendo bien. Se pueden mejorar muchos aspectos, pero, poco a poco, como las jugadoras, tenemos que mejorar los entrenadores.
―¿Qué buscas aportar, transmitir o enseñar en los entrenamientos?
―Sobre todo implicación, cohesión de grupo, amistad, que se diviertan. Y a partir de ahí, intentar alcanzar un buen grado de técnica, que sepan ganar, que sepan perder: muchas cosas…
―¿De qué te sientes más orgulloso?
―De cómo están saliendo las cosas. Somos los primeros. La expectativa no era muy alta al principio de la temporada; pero a estas alturas seguimos primeros y estoy muy contento de las crías.
―Hasta ahora hemos conocido un poco a Fran como entrenador, pero ¿cómo es Fran como persona? Imagina que soy un extraterrestre que desciendo de una nave espacial y te pregunto: «¿Quién eres?».
―Hola, soy Fran. Soy entrenador del Valencia Club de Fútbol Femenino, Fútbol 8 B… Y ya está. [Risas]. Sí, sí.
―¿Qué es lo que más te gusta en la vida?
―Disfrutar. O sea, reírme. Vivimos una vez en la vida. Los problemas no me gustan. Me gusta mejorar en muchos aspectos y… ¡Disfrutar de la vida en sí!: entrenar, trabajar, salir un rato con los amigos… ¡Disfrutar!
―¿Qué rasgos de carácter te gustan más en las personas?
―Que sean bondadosas, pero, a la vez, que tengan un poco de genio, que sean luchadoras…
―¿Cuáles son los valores que mueven tu vida? ¿Los que te mueven a ti?
―A mí me mueve la sinceridad, la lucha, la constancia, las ganas de vivir… ¡Muchas cosas!
―¿Y qué es para ti el fútbol?
―Lo es todo. Vivo más o menos de ello y me encanta. No es sólo entrenar, sino… Tengo, por ejemplo, Canal Plus y me trago todos los partidos: las ligas que sean, las divisiones que sean… Y disfruto del fútbol. Me encanta el fútbol.
Si fueras, serías:
Si fueras un color, serías… Amarillo.
Si fueras música o canción… Pop.
Si fueras un invento… Un móvil, por ejemplo.
Si fueras un plato de comida… Patatas y huevos fritos.
Si fueras un postre… Tarta de arándanos.
Si fueras una bebida… Coca-Cola.
Si fueras un animal… Un perro.
Si fueras un cuadro… Un cuadro de Picasso.
Si fueras una escultura… El David, de Miguel Ángel.
Si fueras un libro… Sería un libro bélico. No es que yo sea belicoso: he trabajado en ello también y me gusta la temática.
Si fueras una ciudad… ¡Nueva York!
Si fueras una película… Salvar al soldado Ryan.
Si fueras una serie… Big Bang Theory.
Si fueras un entrenador… Guardiola.
Si fueras un color, serías… Amarillo.
Si fueras música o canción… Pop.
Si fueras un invento… Un móvil, por ejemplo.
Si fueras un plato de comida… Patatas y huevos fritos.
Si fueras un postre… Tarta de arándanos.
Si fueras una bebida… Coca-Cola.
Si fueras un animal… Un perro.
Si fueras un cuadro… Un cuadro de Picasso.
Si fueras una escultura… El David, de Miguel Ángel.
Si fueras un libro… Sería un libro bélico. No es que yo sea belicoso: he trabajado en ello también y me gusta la temática.
Si fueras una ciudad… ¡Nueva York!
Si fueras una película… Salvar al soldado Ryan.
Si fueras una serie… Big Bang Theory.
Si fueras un entrenador… Guardiola.
―
1. Creo que merece la pena recordar la diferencia entre táctica y estrategia.
2. La última lección. Capítulo 7. Páginas 49 a 53. Extractos:
2. La última lección. Capítulo 7. Páginas 49 a 53. Extractos:
Me encanta el fútbol [...]. Empecé a jugar a los nueve años y nunca lo he abandonado. Me ha ayudado a convertirme en la persona que soy. Y aunque no entré en la Liga Nacional [...], a veces creo que saqué más de perseguir ese sueño y no alcanzarlo de lo que obtuve de otros muchos que sí se hicieron realidad.
Mi amor por el fútbol empezó cuando mi padre me arrastró, entre gritos y pataletas, a inscribirme en un equipo. Yo no quería. Era de natural debilucho y el más canijo de todos con diferencia. El miedo se convirtió en sobrecogimiento cuando conocí a Jim Graham, el entrenador, una mole descomunal de metro noventa y dos.
[...] En el primer entrenamiento estábamos todos muertos de miedo. Además, el hombre no había traído ninguna pelota. Al final un niño habló en nombre de todos:
―Perdone, entrenador. No tenemos pelota.
―No la necesitamos –respondió el entrenador Graham.
Se hizo el silencio mientras pensábamos en lo que nos había dicho.
―¿Cuántos hombres hay en el campo de fútbol al mismo tiempo?
Once por cada equipo, contestamos. Es decir, veintidós.
―¿Y cuántos tocan la pelota en un momento dado?
Uno.
―¡Correcto! Pues nosotros trabajaremos lo que están haciendo los otro veintiuno.
Fundamentos. Ésa fue la gran enseñanza que nos regaló el entrenador Graham. Fundamentos, fundamentos, fundamentos. Como profesor universitario, he comprobado que es una lección que muchos jóvenes ignoran, siempre en su perjuicio: tienes que tener claros los fundamentos, porque si no el resto no funcionará.
El entrenador Graham me exigía muchísimo. Recuerdo un entrenamiento en particular. «Lo estás haciendo todo mal, Pausch. ¡Retrocede! ¡Repítelo otra vez!». Intenté hacer lo que me pedía. No bastó. «¡Me debes una, Pausch! Después del entrenamiento te quedarás a hacer flexiones».
Cuando por fin me dieron permiso para marcharme, uno de sus ayudante se acercó a consolarme.
―El entrenador Graham ha sido muy duro contigo, ¿verdad?
Apenas logré musitar un sí.
―Eso es bueno –me aseguró el ayudante―. Cuando la cagas y nadie te dice nada es porque te consideran un caso perdido.
Es una lección que he tenido presente toda la vida. Cuando ves que estás haciendo algo mal y nadie se molesta en decírtelo, tienes un problema. Tal vez no quieras escucharles, pero a menudo tus críticos son los que están diciendo que todavía te quieren, que se preocupan por ti y desean que mejores.
Hoy en día se habla mucho de fomentar la autoestima de los niños. No es algo que pueda dárseles, tienen que construírsela ellos mismos. El entrenador Graham no trabajaba el tema de los mimos. ¿Autoestima? El hombre sabía que sólo hay un modo de enseñarle a los niños a desarrollarla: les das algo que no saben hacer, trabajar duro hasta que aprenden a hacerlo y luego te limitas a repetir el mismo proceso.
Cuando el entrenador Graham se hizo cargo de mí, yo era un niño debilucho sin ninguna habilidad especial, fuerza ni preparación física. Pero me ayudó a comprender que si trabajaba suficientemente, con el tiempo sería capaz de hacer cosas que entonces me parecían imposibles.
[...] Recuerdo un partido en que nuestro propio equipo estaba jugando fatal. A la media parte, al correr por agua, casi volcamos el cubo. El entrenador estaba furioso. «¡Ostras! ¿Por qué no habéis corrido así en el partido?». Teníamos once años y nos quedamos petrificados, muertos de miedo. «¿Agua? ― bramó―. ¿Queréis agua, chicos?». Levantó el cubo y vertió el agua por el suelo.
Vimos cómo se alejaba y oímos musitarle a un asistente: «Puedes darle agua a la primera línea de defensa. Han jugado bien».
Seamos claros: el entrenador Graham jamás habría puesto en peligro a ningún niño. Una de las razones por las que trabajaba tanto la preparación física era porque sabía que reduce el riesgo de lesiones. Sin embargo, ese día hacía fresco, todos habíamos tenido acceso al agua durante la primera parte y lo de correr a por más respondía más al hecho de que éramos un puñado de chavales que a una necesidad real de hidratarnos.
Incluso así, si hoy día ocurriera un incidente similar, los padres de los equipos sacarían los teléfonos móviles para llamar al presidente de la liga o a un abogado.
Me entristece que haya tantos niños tan mimados. Recuerdo lo que sentí durante la bronca de aquel descanso. Sí, tenía sed. Pero sobre todo, me sentí humillado. Todos nosotros habíamos decepcionado al entrenador Graham y él nos lo hizo saber de un modo que jamás olvidaríamos. Tenía razón. Habíamos demostrado más energía junto al cubo de agua que en todo el maldito partido. Y su crítica surgió efecto. En la segunda parte, cuando regresamos al campo, lo dimos todo.
[...] Cuando apuntamos a nuestros hijos a practicar deporte ―rugby, fútbol, natación, da igual― la mayoría de nosotros no lo hace porque queramos que aprendan las complejidades del deporte.
Lo que de verdad queremos que aprendan es mucho más importante: el trabajo en equipo, la perseverancia, la deportividad, el valor de trabajar duro y la capacidad de enfrentarse a las adversidades. Esas enseñanzas indirectas son los que algunos llamamos regates.
Existen dos clases de regates. El primero es literal. En un campo de fútbol, el jugador mueve la cabeza a un lado para hacerte creer que va en esa dirección. Luego arranca en la contraria. Como el engaño de un mago. El entrenador Graham solía aconsejarnos que mirásemos la cintura del jugador. «Él va adonde vaya su barriga», nos decía.
La segunda clase de regate es la verdaderamente importante: enseña a la gente cosas que no se dan cuenta de que están aprendiendo hasta que ya están en pleno proceso de aprendizaje. Si eres un especialista de esta clase de regate, tu objetivo oculto es conseguir que aprendan algo que tú quieres que sepan [...].
Mi amor por el fútbol empezó cuando mi padre me arrastró, entre gritos y pataletas, a inscribirme en un equipo. Yo no quería. Era de natural debilucho y el más canijo de todos con diferencia. El miedo se convirtió en sobrecogimiento cuando conocí a Jim Graham, el entrenador, una mole descomunal de metro noventa y dos.
[...] En el primer entrenamiento estábamos todos muertos de miedo. Además, el hombre no había traído ninguna pelota. Al final un niño habló en nombre de todos:
―Perdone, entrenador. No tenemos pelota.
―No la necesitamos –respondió el entrenador Graham.
Se hizo el silencio mientras pensábamos en lo que nos había dicho.
―¿Cuántos hombres hay en el campo de fútbol al mismo tiempo?
Once por cada equipo, contestamos. Es decir, veintidós.
―¿Y cuántos tocan la pelota en un momento dado?
Uno.
―¡Correcto! Pues nosotros trabajaremos lo que están haciendo los otro veintiuno.
Fundamentos. Ésa fue la gran enseñanza que nos regaló el entrenador Graham. Fundamentos, fundamentos, fundamentos. Como profesor universitario, he comprobado que es una lección que muchos jóvenes ignoran, siempre en su perjuicio: tienes que tener claros los fundamentos, porque si no el resto no funcionará.
El entrenador Graham me exigía muchísimo. Recuerdo un entrenamiento en particular. «Lo estás haciendo todo mal, Pausch. ¡Retrocede! ¡Repítelo otra vez!». Intenté hacer lo que me pedía. No bastó. «¡Me debes una, Pausch! Después del entrenamiento te quedarás a hacer flexiones».
Cuando por fin me dieron permiso para marcharme, uno de sus ayudante se acercó a consolarme.
―El entrenador Graham ha sido muy duro contigo, ¿verdad?
Apenas logré musitar un sí.
―Eso es bueno –me aseguró el ayudante―. Cuando la cagas y nadie te dice nada es porque te consideran un caso perdido.
Es una lección que he tenido presente toda la vida. Cuando ves que estás haciendo algo mal y nadie se molesta en decírtelo, tienes un problema. Tal vez no quieras escucharles, pero a menudo tus críticos son los que están diciendo que todavía te quieren, que se preocupan por ti y desean que mejores.
Hoy en día se habla mucho de fomentar la autoestima de los niños. No es algo que pueda dárseles, tienen que construírsela ellos mismos. El entrenador Graham no trabajaba el tema de los mimos. ¿Autoestima? El hombre sabía que sólo hay un modo de enseñarle a los niños a desarrollarla: les das algo que no saben hacer, trabajar duro hasta que aprenden a hacerlo y luego te limitas a repetir el mismo proceso.
Cuando el entrenador Graham se hizo cargo de mí, yo era un niño debilucho sin ninguna habilidad especial, fuerza ni preparación física. Pero me ayudó a comprender que si trabajaba suficientemente, con el tiempo sería capaz de hacer cosas que entonces me parecían imposibles.
[...] Recuerdo un partido en que nuestro propio equipo estaba jugando fatal. A la media parte, al correr por agua, casi volcamos el cubo. El entrenador estaba furioso. «¡Ostras! ¿Por qué no habéis corrido así en el partido?». Teníamos once años y nos quedamos petrificados, muertos de miedo. «¿Agua? ― bramó―. ¿Queréis agua, chicos?». Levantó el cubo y vertió el agua por el suelo.
Vimos cómo se alejaba y oímos musitarle a un asistente: «Puedes darle agua a la primera línea de defensa. Han jugado bien».
Seamos claros: el entrenador Graham jamás habría puesto en peligro a ningún niño. Una de las razones por las que trabajaba tanto la preparación física era porque sabía que reduce el riesgo de lesiones. Sin embargo, ese día hacía fresco, todos habíamos tenido acceso al agua durante la primera parte y lo de correr a por más respondía más al hecho de que éramos un puñado de chavales que a una necesidad real de hidratarnos.
Incluso así, si hoy día ocurriera un incidente similar, los padres de los equipos sacarían los teléfonos móviles para llamar al presidente de la liga o a un abogado.
Me entristece que haya tantos niños tan mimados. Recuerdo lo que sentí durante la bronca de aquel descanso. Sí, tenía sed. Pero sobre todo, me sentí humillado. Todos nosotros habíamos decepcionado al entrenador Graham y él nos lo hizo saber de un modo que jamás olvidaríamos. Tenía razón. Habíamos demostrado más energía junto al cubo de agua que en todo el maldito partido. Y su crítica surgió efecto. En la segunda parte, cuando regresamos al campo, lo dimos todo.
[...] Cuando apuntamos a nuestros hijos a practicar deporte ―rugby, fútbol, natación, da igual― la mayoría de nosotros no lo hace porque queramos que aprendan las complejidades del deporte.
Lo que de verdad queremos que aprendan es mucho más importante: el trabajo en equipo, la perseverancia, la deportividad, el valor de trabajar duro y la capacidad de enfrentarse a las adversidades. Esas enseñanzas indirectas son los que algunos llamamos regates.
Existen dos clases de regates. El primero es literal. En un campo de fútbol, el jugador mueve la cabeza a un lado para hacerte creer que va en esa dirección. Luego arranca en la contraria. Como el engaño de un mago. El entrenador Graham solía aconsejarnos que mirásemos la cintura del jugador. «Él va adonde vaya su barriga», nos decía.
La segunda clase de regate es la verdaderamente importante: enseña a la gente cosas que no se dan cuenta de que están aprendiendo hasta que ya están en pleno proceso de aprendizaje. Si eres un especialista de esta clase de regate, tu objetivo oculto es conseguir que aprendan algo que tú quieres que sepan [...].
Estadisticas:
Primera vuelta (9 jornadas)
Clasificación provisional:
1º Valencia Féminas CF B. 21 puntos (+6, =3, -0)
2º Daimús CF. 20 puntos (+6, =2, -1)
3º Levante UD B. 20 puntos (+6, =2, -1)
4º La Unión Femenina de Manises CF. 19 puntos (+6, =1, -2)
5º Spórting Plaza Argel B. 18 puntos (+6, =0, -3)
6º Villarreal CF B. 12 puntos (+3, =3, -3)
7º Mislata CF. 10 puntos (+3, =1, -5)
8º CFF Marítim B. 6 puntos (+2, =0, -7)
9º CFF Juventud Paternense. 3 puntos (+1, =0, -8)
10º Valencia Féminas CF D. 0 puntos (+0, =0, -9)
Clasificación provisional:
1º Valencia Féminas CF B. 21 puntos (+6, =3, -0)
2º Daimús CF. 20 puntos (+6, =2, -1)
3º Levante UD B. 20 puntos (+6, =2, -1)
4º La Unión Femenina de Manises CF. 19 puntos (+6, =1, -2)
5º Spórting Plaza Argel B. 18 puntos (+6, =0, -3)
6º Villarreal CF B. 12 puntos (+3, =3, -3)
7º Mislata CF. 10 puntos (+3, =1, -5)
8º CFF Marítim B. 6 puntos (+2, =0, -7)
9º CFF Juventud Paternense. 3 puntos (+1, =0, -8)
10º Valencia Féminas CF D. 0 puntos (+0, =0, -9)
Goles a favor: 4812. Alejandra: 11 goles
3. Laura: 8 goles
6. Pilar: 6 goles
7. Carlota: 4 goles
8. Lorena: 4 goles
10. Sandra: 4 goles
11. Olivia: 4 goles
2. María: 2 goles
4. Sara: 2 goles
5. Isabel: 2 goles
9. Eva: 1 goles
Goles en contra: 8
1. Lucía: 4 goles
13. Leire: 4 goles
3. Laura: 8 goles
6. Pilar: 6 goles
7. Carlota: 4 goles
8. Lorena: 4 goles
10. Sandra: 4 goles
11. Olivia: 4 goles
2. María: 2 goles
4. Sara: 2 goles
5. Isabel: 2 goles
9. Eva: 1 goles
Goles en contra: 8
1. Lucía: 4 goles
13. Leire: 4 goles
-------------------------------------------Autor: Yago Gallach Pérez
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